domingo, 22 de enero de 2012

Desgracia, de J.M. Coetzee

Libro difícil de reseñar para mí. No puedo decir que no sea interesante, pues cuando me ponía a leerlo, no me apetecía dejarlo, pero cuando lo había dejado, no me apetecía volver a retomar su lectura. La verdad es que lo he terminado por pura disciplina.
No es que no me haya gustado, pero tampoco ha sido algo apasionante.
Narra en primera persona las vicisitudes de un joven, norteamericano por más señas y te sitúa en la época nada más empezar el libro:
Fue el verano en que el hombre pisó por primera vez la luna. Yo era muy joven entonces…
Toda su vida es un cúmulo de desgracias y de mala suerte de la que va saliendo por pura casualidad. Creo que abusa un poco de ella. Casi todo el libro se desarrolla en la ciudad de Nueva York, excepto cuando inicia una narración del pasado, cosa que ocurre dos o tres veces. La impresión que recibo de esta ciudad a través de sus vivencias en ella es de un espacio algo caótico. Supongo que es algo común a todas las grandes ciudades del mundo y como cualquier habitante de esas ciudades, no obstante, habla de ella con cariño.
Comienza contando su infancia sin padre, su madre muere cuando él es pequeño y empieza a vivir con su tío. Un hombre entrañable y divertido pero algo irregular. Es un músico de una pequeña orquesta que trabaja en pequeños locales sin demasiada importancia, lo que le obliga a viajar bastante. Cuando nuestro protagonista (Marco Stanley Fogg) se va a estudiar a la universidad pierde casi todo el contacto con él. La descalabrada vida de su tío y su repentina muerte, sume al sobrino en una espiral de autodestrucción, que le lleva a la indigencia.
De esta vida, le sacan dos amigos (Zimmer y Kitty), que se esfuerzan en buscarle y casualmente lo encuentran cuando está a punto de morir de pulmonía en el Central Park.
Después de recuperarse en casa de su amigo y establecer una relación amorosa con su amiga, decide (por puro bochorno, tras vivir a costa de su amigo, que no tiene una economía muy floreciente) buscar trabajo.
Encuentra una ocupación como secretario personal (o chico para todo) de un rico anciano excéntrico, que entre otras cosas le hace escribir sus memorias. Esta parte del libro fue para mí la más entretenida: Las aventuras y desventuras del viejo Julián Barber o Thomas Effing como se hacía llamar.
A partir de la muerte de Effing y la vuelta a la vida “normal” de MS Foog, el libro vuelve a bajar la intensidad de la acción.
Y el final, para mí fue quizá lo que menos me gustó. No me dijo nada. No acaba ni continúa la acción. Simplemente se para.
La historia que se cuenta en el libro no me parece demasiado interesante y el recurso “casualidad” está usado en demasía. Sin embargo él mismo lo critica cuando tiene que valorar una narración que escribió otro de los personajes en su juventud.
No sé si este libro lo recomendaría o no. Creo que voy a intentar leer otro libro de este mismo autor que uno de nuestros visitantes al blog me ha recomendado. Bueno primero tengo que empezar por comprarlo.

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